el pibe de la bolsa verde
1 de Enero de 2015, y nunca se imaginó lo que iba a pasar…
Venía tranquilo, pensante y con la panza bien llena en la
línea 62. Observando las calles, el embotellamiento, y la poca ropa que traía
puesta lo ponía en aprietos ante el frío costero.
Empezaba a llover de a poquito, recién podía encontrar un
asiento para pensar en la trama argumentativa ante el patrón y los compañeros.
De proletario a paritario y de ahí el riesgo a ser suspendido, y de suspendido
a desocupado y de ahí a la tristeza en línea recta.
-“¡Al piso!”- y la explosión del vidrio en el mismo instante y
al unísono.
-“¡Maldita inseguridad!”- dijo alguna señora. Sirenas sonando,
luces, más luces, y la bala que penetró su escudo epidérmico. O una piedra.
Poco le importaba a la crónica policial respecto a la información, o mejor
dicho: respecto a la verdad.
Cuántos libros que le quedaban por leer, cuántos abrazos y
besos por compartir, cuántas despedidas, cuántas noticias en los diarios. En la
tapa del día siguiente “ajuste de cuentas” y la “maldita inseguridad” y el
“matarlos a todos”, y nuevamente lo superficial, otra vez el color de la piel,
la piel, lo frágil.
Y nadie en la ciudad, hablaba del pibe de la bolsa verde,
ese que abría el pancito en dos mientras los petardos ensordecían los llantos
del encierro enrejado, y cuántas veces la ignorancia es cómplice del olvido y
cuántas veces son sinónimos de la violencia, mientras el humo del asado sale
entre las rejas que tapan las estrellas, y algún perro se lleve un huesito y
otro trata de tarasconearlo, provocando la risa anfitriona y el silencio
incómodo que recordaba en su viaje en bondi mientras pensaba en el pibe de la
bolsa verde, ese que en la navidad pasada recibió verdura prohibida, ese que en
invierno se llenó de mocos la nariz y posó sonriente ante un otro pibe que lo
obligaba a poner los dedos en vé, de verdura podrida, de vender fruta y de
vacío el futuro pero llena su panza con el vacío de fin de año.
¡ Y qué bien que
estamos ! El perro se lleva el huesito, el pibe la bolsa verde, la policía
sonando las sirenas, los diarios repitiendo el discurso policial, la televisión
con la cámara en el discurso de la señora que quiere matar a todos, mientras los ojitos posan en la pantalla plana
en el café en calle Buenos Aires, ese
que vende la taza cara, y el empleado nuevo nervioso vuelca unas gotitas y en
esas gotitas se van sus monedas para pedirle un boleto a él, que iba con el
tiro en la cabeza, pero como usaba visera nadie se dio cuenta que sus vísceras
lo hacían humano, tanto como la bala que podía haber sido noticia.
Por suerte no imaginó lo que iba a pasar, por eso nada le pasó y siguió pensando en los argumentos mientras le llegaba un mensaje que le recordaba esa sonrisa que le hacía creer en algo lindo.
Por suerte no imaginó lo que iba a pasar, por eso nada le pasó y siguió pensando en los argumentos mientras le llegaba un mensaje que le recordaba esa sonrisa que le hacía creer en algo lindo.
Como si la primavera fuera eterna, y el pibe de la bolsa
verde también fuera algo que nunca nadie se hubiera imaginado. Porque todo lo
que nos rodea fue una idea que se le ocurrió a alguien antes, y las ideas son
imaginación, y la realidad es imaginación con pies, con luz y con sombra; igual
que el pibe de la bolsa verde que está ahora mismo en tu vereda mientras corrés
la cortina para no verlo y subís el volumen del noticiero, que te hace repetir que "hay que matarlos a todos"
Muy bueno! La ventana de muchas casas, lamentablemente, es el televisor,el cual refleja "la realidad del mejor postor"
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