La Isla de Nigel
No
entiendo. No entiendo como ante tanto vuelo de ave puede haber una que no
quiera. Incluso algunas vuelan con un ala sola en un esfuerzo digno de
documentar.
No
entiendo como cada amanecer aparece un Sol solo, y no una nube primero, como
para completar las cosas, como para hacerlo más realista. Como para que cada
uno interprete lo que quiera ante el vuelo de las aves que tienen un ala menos.
No
entiendo muy bien cómo no puede ser que las nubes puedan ser otra cosa, en vez
de un obstáculo para ese Sol solitario. ¿Y sí son compañía? ¿Y si la lluvia es
necesaria? ¿Y si cada Sol que sale en realidad es un Sol distinto y no está
solo, sino que acompaña a las nubes? ¿Y si el Sol no es el protagonista, sino
que son las nubes? ¿Y si el chaparrón en realidad es lo necesario en el vuelo
del ave?
Tal vez
no es un ala, tal vez sean dos, quizás sea una cuestión de perspectiva o de la
propagandística. Por qué no, todo esto es la ceguera invisible, cuando no
admitimos que somos ciegos o qué tanto lo somos. ¿Y si el Sol, el vuelo no son
lo admirable, sino que es el aire?
No
entiendo muy bien el vuelo de los aviones, de los insectos, de las aves. Mucho
menos que pudiendo volar, una pajarita prefiera andar de pie, a pie, sola, sin
todos esos pájaros que la acompañan y hacen el amontonamiento de los señores y
las señoras tirando miguitas, en una sensibilidad donde el mínimo detalle
sugiere vida porque la parca anda dando vueltas, avivando, invitándolos con
vida antes del último suspiro, así que a arreglar los problemas.
No entiendo muy bien a dónde vas cuando el vuelo es corto, cuando el Sol no
sale, cuando es pura nube, cuando viene tormenta, cuando te escondes en el
árbol, cuando el trueno resuena y anuncia la venida del agua, del granizo, el
viento más fuerte, el abrigo más grande. Y miramos por la ventana, y no podemos
salir a jugar y lloramos, y mamá no nos deja. Sin embargo, seguimos llorando, y
mamá insiste “no salgan chicos, está lloviendo” y nos escapamos. Y después nos
enfermamos, y quién nos banca con el remedio, el frío, con que hay guardarse,
con el ayuno, con que te lo dije y que esto que lo otro.
No
entiendo muy bien a qué va todo esto, ni siquiera el vuelo del ave, ni siquiera
el Sol solitario, ni la nube que lo tapa, ni el resfrío, ni el chico llorando,
ni la lluvia en la ventana. Yo no entiendo…
No
entiendo por qué te fuiste, pero sí entiendo que hayas decidido, lo que no
entiendo es lo que decidiste, mientras tu voz se convierte en museo y sigo
creyendo que vas a volver a este banco de esta plaza donde la pajarita rechaza
migas.
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