Llegando

No pedí, ni pido, ¿sabés? Detenerme en cada esquina, por esa necesidad urbana, de detenerse.

Esas breves pausas, y otra vez esperar el paso. Dejar de lado la virtualidad del cruce, y que la senda se abra paso hacia tu calle.

Doy dos vueltas para no llegar tan temprano. Apuro al futuro y creo que estoy a tiempo.

El instinto me hace voltear camino, pasado de largo y ahí estabas vos enfrente de mi nuca.

Me mirás cruzada de brazos, el reloj se derrite y cae desde tu muñeca. Y yo me río, mientras tu mirada se clava en mi entrecejo, y entre los pies, las agujas me desatan las agujetas.

Me río nuevamente, intentando explicar por qué me detuve.

 “Pensé que te habías ido. Pensé que era tu venganza”. Tu reto.

Darte un abrazo, mi respuesta. “Ahora no quiero” la tuya.

Ahora te reís vos. Y esperamos la luz verde,  la misma del color de las ventanitas de tu mundo, para seguir avanzando. A cada paso, una risa. A cada risa, otro paso.




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