La silla vacía

 Si se puede en plena celebración hacer un breve momento de pausa o de reflexión, nótese que siempre hay una silla vacía.

A veces aparece en alguna fotografía y en ocasiones parece tan molesta como simbólica. Pero la silla vacía está siempre, aunque no la veamos.

Quizás como forma de duelo, como cierre del duelo, como insinuación a duelar. La silla vacía involucra la espera eterna del descanso ajeno, se presta a disponer de cualquier cuerpo/trasero, no discrimina en flaquito, voluptuoso, sólo quiere ser llenado. Es la ausencia hecha objeto como casi tantos, como la mayoría. La creación de cosas involucra, valga la redundancia, la creación pero también el desapego.

― “Está viendo el vaso vacío” ― dirá algún que otro importante profesional del inconsciente, o algún orejas-grandes metiche en el asunto. Pero sólo el prisma marxista de ver el mundo podría explicar la plusvalía de una silla vacía y no lo simbólico con el que penetra la ausencia en el cotidiano.

A ese vacío uno no le puede pedir un tiempo, ese que se pide para desacostumbrarse de algún otro ser-que-respira. Pero al vacío se le suele hacer vacío, y cada tanto viene con tono envalentonado a inmovilizarte en la cama, a generar una parálisis de rutina. En la rutina, en la no-pausa de la vida, uno no puede ponerse a ver que a las mesas las rodean sillas vacías. Eso puede apreciarse en las pausas que suponen la frialdad de la foto: las mesas son los encuentros, las sillas vacías las presencias/ausencias. En algún punto, a uno deberían enterrarlo con una silla para así poder seguir con esa rutina costumbrista del “no queda otra”. De hecho, cuántas veces uno no sabe si es amor o costumbre, si es vida o rutina.

Por eso, la próxima vez deje la silla en la imagen, acomódela, incluso puede tomar la valentía de abrazarla como si de una persona se tratara. Porque vale recordar que el amor es presencia y ausentarse también es una forma de estar presentes. Ausencias que son tatuajes en el alma, que por más que uno quiere no se van y se debe aprender a convivir, a rutinar, a duelar e incluso acostumbrarse, porque uno mismo se va a transformar en la silla vacía de alguna imagen de algún álbum abierto un día de lluvia de recuerdos de días soleados.



Comentarios

Entradas populares