Nieve

 

Hoy soñé con un abrazo sin frío.

Que calme el invierno eterno,

desde que la memoria

sólo te sostiene,

en ese puente frágil

que es el recuerdo

de todo eso

que nunca pudo ser.

Pero quizás,

en ese helar

de los huesos

y las pieles,

y en el aguita

de la nariz,

rojita

bien roja,

como la sangre

que hervía

cuando el fuego

no avivaba

la llama

de todo ese tiempo

que nunca corría

más que para esos

que de lo formal

hacen un mundo.

Mientras nosotros

allá lejos,

bien lejos,

nos reímos

de esos

de traje apurados,

en este,

el mundo sin tiempo.

La paciencia ansiosa.

Y ahí en ese abrir,

de los ojos, 

en Abril,

darme cuenta que el sueño

era deseo.

Y el deseo en sí,

no es más

que soñar

con los ojos abiertos.

Y en otra risa me despierto,

recordando que en un sueño,

vos no estás,

yo no estoy,

no hay nosotros,

no hay ni siquiera,

todo esto que llamamos,

en algún momento,

frío.

Ese puto enemigo

al que sólo

se combate

con el fuego

de cada abrazo.





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